lunes, mayo 05, 2014
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LAS FIESTAS 2014

El pistoletazo de salida de cualquier fiesta es la lectura de el pregón de las mismas. El pasado viernes dos de mayo de dos mil catorce a las ocho y media de la noche, en el salón de actos del Infanta Elena, tuvo lugar el pregón de las Fiestas de Alcantarilla 2014.

El acto estuvo presidido por el Alcalde de Alcantarilla, el Consiliario y la presidenta de la Hermandad de la Virgen de la Salud, patrona de Alcantarilla y José Antonio Caride de Liñán pregonero de las Fiestas.

Y este fue el pregón:

PREGÓN DE LA VIRGEN DE LA SALUD


Señor Alcalde-Presidente, dignísimas autoridades, Señor Consiliario de la Hermandad, Señora Presidenta y demás miembros de la Junta Directiva de la Hermandad de la Virgen de la Salud, Hermanos y amigos.
 
Cuando los obispos españoles que permanecían en Roma se despidieron de nuestro querido pontífice recibieron de él la recomendación de divertirse: “espero que se diviertan”, dijo. Ese consejo que nos parece hasta descabellado para personas que van a reunirse en Cónclave, hubiese sido lo último que se me hubiese ocurrido de ser yo el Papa, cosa que desde luego reconozco bastante improbable. La frase del Pontífice demuestra la nueva mirada con la que tenemos contemplar la Iglesia eterna. ¿De donde parte que la religión triste?. ¿Cómo puede serlo cuando es consuelo y promesa de eterna felicidad? Ahora que estamos empezando la celebración de las fiestas de nuestra patrona en este mes de mayo, que como todos se nos anuncia como explosión de primavera, un mar de perfumes, colores y luz, no os extrañará que yo proponga también diversión para todos. ¡Sí! Pueden ser unas fiestas verdaderamente alegres. Porque ¿Qué mayor alegría puede haber que contemplar a unos hijos con su madre? Imaginad: los que habéis tenido la desgracia de perder a la vuestra, que, milagrosamente, Dios os da la oportunidad de reuniros una nueva vez con ella. ¡Qué alegría!, ¿verdad? ¡Como os desharíais en piropos y caricias! Este es nuestro caso. Estamos aquí con nuestra Madre, María, la Santísima Virgen de la Salud, representada en nuestro estandarte, para honrarla, para agradecerle tantas gracias que por su medio se nos han concedido, para hacerle decididas promesas de vivir tal como ella desea que lo hagan sus hijos. Es la Madre que estando Jesucristo en la Cruz nos asignó, haciéndonos así sus hermanos, cuando, dirigiéndose a su apóstol preferido se la mostró y le dijo: “He ahí a tu madre” . ¡Gracias, Señor por concedernos ese inmenso e inmerecido favor! ¡Gracias María por aceptarnos!

Lo que no puedo garantizar es que la diversión empiece durante este pregón. Tiempo tendremos después, cuando termine el ladrillo que se os avecina.

Pero no adelantemos acontecimientos. Quizá queráis saber porque estoy yo aquí; justificación en la que me esforzaré a ver si cuala.

Cuando mi amiga Rosa, seguramente para ayudarme a digerir el pasmo, me indicó el propósito de la Junta de proponerme como Pregonero, le adelanté que no pesaba aceptar, porque jamás me había visto en éstas, y realmente, no creía que pudiese hacerlo con un mínimo de la categoría que el acto merece, sobre todo sabiendo quienes me habían precedido. Me ofrecí, eso sí, a escribir un artículo, pues creo escribir algo mejor que hablo, y a ayudar a encontrar a alguien que lo hiciese mejor que yo. Pero sucedió algo sorprendente. Al llegar a casa y ponerme a leer el periódico, me encontré en la famosa tercera de ABC, un artículo del historiador Fernando García de Cortazar en la que hablaba de la raíces del cristianismo en las civilizaciones occidentales, y como el movimiento laicista intentaba desarraigar nuestro origen. Comentaba la obligación de todos, en luchar para que el espíritu del Cristianismo, que las había inspirado, siguiese vivo en nuestra cultura. Como el rayo que convirtió a Pablo de Tarso, si me perdonáis la insolente comparación, comprendí la obligación que tenemos todos, cada uno en la medida de sus posibilidades, de colaborar con la Iglesia… y la Hermandad de la Virgen de la Salud es parte de la Iglesia. Me pareció una buena oportunidad de ayudar modestamente, aportando un pequeño grano de arena. Por eso, cuando vinieron a casa Isabel, nuestra Presidenta y Silvia Paloma a hacerme oficialmente en nombre de la Hermandad la petición, no solo no pude negarme, sino que acepté, con mi mayor agradecimiento el honor de intentar sacar adelante este Pregón. 
 
Y allí empezaron mis problemas; de entrada me preocupó si debía decidirme a leer el pregón (corriendo el riesgo de que se me notara demasiado mi dislexia) o aprendérmelo de memoria, de la que tan poca tengo, y que haría, con toda seguridad, que terminara diciendo lo que no quería y olvidando lo que tenía pensado con mayor interés. Por si faltara algo, mi hija María José al intentar animarme aún me lo puso más difícil:

-“Ya verás lo bien que te sale, pero para que no tengas problemas te aconsejo que no hables de política ni de religión”

Le prometí que por supuesto no pensaba meterme en nada de política… pero ¿cómo obviar la religión?

Veremos si soy capaz de no meter demasiado la pata, con este híbrido que es tener las cuartillas sobre el atril y levantar de vez en cuando la mirada reuniendo ambos peligros: titubear y olvidar. Me encomendaré a la Santísima Virgen de la Salud y que ¡Sea lo que Dios quiera! O como dicen los taurófilos ¡Que Dios reparta suerte!

Así estoy ahora aquí sin el menor mérito para ello. Habéis oído mi currículum. Por él habéis podido deducir mi escasa categoría. Cuando para presentar a una persona hay que hablar demasiado es que no es suficientemente conocida. De los que son famosos basta decir el nombre y los apellidos; a veces basta el nombre de pila o el podo y todo el mundo sabe de quien se trata. Si yo fuese un pintor famoso, un actor consagrado o un político que ha podido salvarse de la corrupción, sobrarían las palabras y las loas. Porque si se hubiera dicho, por ejemplo: va a hablar D. Joaquín, todo el mundo sabría quien iba a subir al estrado; nada más habría que añadir. No habría que recordar todas la parroquias por las que había pasado, ni enumerar sus viajes por medio mundo desde Italia a Estados Unidos y desde Méjico a Ecuador, ni contar las iglesias que ha construido que para si quisieran más de un arquitecto o enumerar sus éxitos apostólicos… ¡todo hubiese sobrado!; Parecido hubiera sido si hubiese citado al Tontino. Todo el mundo sabría a quien se referían y si tenía una edad cercana a la mía, le recordaría jovencito, atronando la empedrada calle Mayor, erguido en elegante e inverosímil equilibrio sobre su carro, con vocación de cuadriga, tirantes las riendas, obligando al caballo al trote largo, sino a galope tendido, acompañado por aquel inconfundible perrillo cuyo nombre he olvidado. No haría falta decir más. Habréis visto que este no es mi caso, porque si he intentado tantas cosas es que en ninguna he debido hacerlo demasiado bien. Eso sí, habréis entendido que soy persona muy curiosa, con buena voluntad, añado yo, y que se atreve con todo… a veces con demasiada osadía, como demuestro hoy, poniéndome ante vosotros. ¡Perdonadme!

Y volviendo al laicismo del que hablaba antes de esta necesaria justificación, el primero que lo definió, y podemos leerlo bien claro en los santos Evangelios, fue el propio Jesús: “A Dios lo que es de Dios y al César, lo que es del César” Ni a Dios le interesa nada del César ni el César debe aspirar a quedarse lo que no le corresponde. Pero muchos sustituyen el laicismo por el anticlericalismo. Actitud que no es política sino intelectual, pues existe en todo el arco de la sociedad: ricos y pobres, analfabetos o autotitulados miembros del mundo de la cultura, alumnos o profesores, miembros de la izquierda o de la más extrema derecha. Son los que intentan desprestigiar a todo lo que huela a religión y sobre todo a cristianismo. No necesitan argumentos, solo ultrajar la moral cristiana, que por cierto, nunca va contra el derecho natural y las virtudes cívicas que todo el mundo debe aceptar. Los católicos hemos de convertirnos en un muro que detenga en lo posible el éxito de estos lobby, que las más de las veces defienden intereses espurios. Hemos de demostrar que el humanismo cristiano, responsable de los mejores valores culturales de occidente, no está reñido, sino todo lo contrario, con el racionalismo y la ilustración liberal a la que debemos tantas garantías sociales

¿Cómo sería el mundo sin el catolicismo? Desde la muerte y resurrección de Jesús el mundo entero se transformó. De ahora se dice que estamos en un crisis sistémica porque cuando pase, que Dios quiera que sea pronto, no volveremos a la situación anterior que será sustituida por un nuevo sistema estructural. Pensad ¿qué cambio produjo el Evangelio en las diversas sociedades en las que se iba impregnando? Aquello sí fue una excepcional crisis sistémica. El ojo por ojo se tornó en amor y perdón. ¡Que mutación más hermosa! Enseñar a vencer el mal con el bien ¡Cuánto debemos a Cristo, aún desde el plano humano! Y si se lo debemos a Él, ¿cuanto protagonismo hemos de concederle a Santa María la Virgen, mediadora de todas las gracias? No es de extrañar que se haga acreedora de mil advocaciones, como deslumbrantes facetas del más bello diamante. Hoy celebramos con toda devoción un acto de reconocimiento, de fe, de mantenimiento de tradición y de loor, a nuestra Madre Niña, Virgen de la Salud.

De todos vosotros es conocido el origen de su veneración en nuestro pueblo, perdida en las profundidades de los tiempos. Tomó otro nombre, mudó de ubicación, fue cambiada su imagen, pero la milagrosa advocación de la Virgen de la Salud no podía perderse, porque formaba parte integral del alma de todos los alcantarilleros. Aún de los que no hubiesen parado a pensar en ello, que no es preciso saber de la existencia del corazón para que todos lo tengamos.

Agradezcamos el esfuerzo de las personas que en todo tiempo se han afanado en mantener el rescoldo sagrado del amor a nuestra Virgen. Son cientos de ellos, pero yo me voy a centrar en aquellos que he conocido y de cuya devoción por la Virgen de la Salud tengo conocimiento directo.

Quiero recordar a mi buen amigo Fulgencio Pérez Artero, impulsor de la construcción de la ermita que en gran parte hizo a sus expensas. Puedo asegurar el entusiasmo con el que acometió la obra, pues fui testigo de primera mano ya que era Concejal de Cultura en la corporación en la que él era Alcalde. Sé de las dificultades de todo orden que tuvo que soslayar y la decisión con las que las sorteó. Problemas legales, problemas económicos, e incluso técnicos, no fueron obstáculo insalvable que disminuyeran su entusiasmo y su amor a nuestra querida patrona, consiguiendo interesar en el proyecto desde el Gobernador al Capitán General del Departamento Marítimo de Cartagena. El resultado está ahí y es orgullo de la Hermandad y de Alcantarilla como único Santuario Mariano de los alrededores.

También me honró con su amistad Jesús Fernández Sánchez, Jesús de Amador, ese hombre bueno, en el más amplio sentido de la palabra. Desde la Presidencia, desde cualquier puesto de la Hermandad o de fuera, se desvivió por ella y por todos nosotros, sus amigos. Para él, hacernos un favor, era la mayor de las satisfacciones.

Joaquina Hernández Pérez, con su dulce constancia, presionó a su marido en la construcción de la ermita y posteriormente hizo realidad la bella capilla (magnífica obra de Anastasio Martínez) en la Parroquia de San Pedro. Allí queda plasmado su gran amor a la Virgen Niña, Nuestra Señora la Virgen de la Salud. Tanto se puede decir de ella, tan torpes e inexpresivas se hacen las palabras, que más vale el recuerdo cariñoso y el agradecimiento profundo.

Finalmente quiero recordar a Concepción González Fernández, de Rubio, Chelo, ejemplo de madre coraje, decidida colaboradora con la Iglesia y en cualquiera de sus instituciones y que volcándose en Cáritas y nuestra Hermandad demostró que el amor al prójimo está ligado tan inexcusablemente al dedicado a Nuestra Señora, que pueden confundirse.

Para ellos y todos los que han colaborado con nuestra Hermandad desde su fundación hasta hoy y ahora nos faltan, os pido una oración y como reconocimiento, un aplauso que llegue hasta el Cielo, desde el que nos prestan su mejor ayuda.
Cuando a nuestra Virgen se le asignó la advocación de la Salud, haciéndola patrona de Alcantarilla, nos había librado de una de esas terribles epidemias que, no diezmaban, sino que, en casos, dejaba la población reducida a la mitad. Las grandes riadas del Segura y las más peligrosas para Alcantarilla del Guadalentín, el famoso Reguerón que ahora nos parece tan lejano, una de las cuales obligó a trasladar el pueblo al lugar más elevado y menos peligroso que ahora ocupa, dejaban cadáveres de hombres y animales que provocaban espantosas epidemias. Las oraciones de los alcantarilleros a la Virgen de la Salud se multiplicaban… y la Virgen iba respondiendo. Epidemias tan desoladoras como la peste ateniense, la llamada de Galeno que acabó con Marco Aurelio o la de viruela que arrasó Roma, es difícil que llegaran a Alcantarilla. Pero sí llegaron, con toda seguridad, las terribles de cólera de 1834 y 1884, la gripe española de 1918, acompañando siempre a las endémicas de la zona: el tracoma, tan extendido por todo el Mediterráneo y tifus, por poner ejemplos seguros. Yo he visto desaparecer durante el tiempo de mi ejercicio profesional además de estas dos últimas enfermedades, el paludismo, la viruela, la parálisis infantil, la tuberculosis, el tifus exantemático, la sarna y no pocas más. La Virgen ha tenido que trabajar a destajo.

Seguramente algunos estáis pensando que esas enfermedades las han resuelto los hombres; los médicos, los farmacéuticos, los ATS y las enfermeras, los investigadores y los laboratorios que hicieron medicamentos prodigiosos. Yo también lo acepto con agradecimiento, pero ¿Estáis seguros que solos? Cuando el Doctor Fleming se encontró contaminada la placa de petri en la que tenía la siembra bacteriana, ¿qué hubiese sucedido si, como hubiésemos hecho la mayoría de los que estamos aquí, la hubiese tirado al cubo de los desperdicios a reciclar?.. y además, quejándonos amargamente de nuestra mala suerte. Pero no. El doctor miró curioso el halo que había en derredor de las hifas y las esporas del hongo contaminante y vio que allí no habían crecido las bacterias. Seguramente nadie recuerda cual era la bacteria sembrada pero todos sabemos cual era el hongo contaminante: el penicillium. No es difícil imaginar, que tras el investigador (cara contraída de perplejidad y los ojos escudriñadoramente entornados) estaba Nuestra Señora, la Virgen Niña de la Salud, susurrándole suavemente a su oído: “No tires eso, guárdalo e investiga, que ahí ha sucedido algo muy interesante”. Y eso hizo. Él y sus colaboradores estudiaron a fondo el hecho y hoy tenemos la penicilina y consecuentemente infinidad de antibióticos que han cambiado el panorama sanitario mundial, salvando millones de vidas. En la inspiración, que es la última responsable de importantes los logros de la humanidad, hay siempre un indudable soplo divino.

Así fueron resolviéndose epidemias horrorosas que asolaron a nuestros antepasados. Pero, desaparecidas aquellas, tenemos que seguir pidiendo a nuestra Patrona por otras extendidas ínmisericordemente. Y no me refiero solo al sida, al cáncer, a las casi infinitas producidas por los virus mutantes o ese ahora tan amenazante y llamado Ébola . No hablo de esas enfermedades raras que tantos estragos producen. Vamos a dejar la solución global de esos males a los hombres y recurramos a nuestra Virgen para los casos concretos e individuales. Ahora me refiero a otras enfermedades debidas a un germen común, excesivamente extendido: el egoísmo mezquino que todos tenemos dentro más o menos arraigado.

Si no fuera porque os he prometido diversión para estos días, aunque yo haya colaborado poco, me extendería en hablar de la corrupción y su derivada el paro y, sobre todo, de la lacra del aborto del que no me perdonaría hacer al menos una somera referencia. Porque para condenarlo no es precisa la moral cristiana ya que se trata de un asunto de simple biología y si acaso, de moral natural. Por eso os pido que en vuestras oraciones a nuestra Señora, incluyáis que ilumine las mentes de todos (los que legislan y los que deben cumplir las leyes) y podamos ver que, como aquellas enfermedades que parecían sin solución, esas nuevas, pasen pronto a ser hechos solo para ser estudiados en los libros de historia, como ahora lo son los lanzamientos desde el monte Taigeto o los planes de purificación de la raza aria.

Y ya debo terminar, pero no sin antes agradecer vuestra paciencia, permaneciendo en vuestras butacas hasta el final. No os sonriáis. No hablo a humo de pajas; tengo experiencia. Hace algún tiempo di una conferencia en el Casino de Murcia. Media hora antes el salón estaba a rebosar. Me extrañó porque no habíamos hecho publicidad pero pensé, pecando de vanidad, que mi sola fama había congregado tanto público. Un cuarto de hora antes de la hora se me acercó un señor que estaba en la primera fila y me preguntó
- ¿A qué hora empieza el partido?
  • Yo sorprendido le pregunté ¿cuál?. Me dijo que el Madrid-Barsa. ¿Esa pantalla no es para ver el partido?
Yo le expliqué que era porque pensaba proyectar unas diapositivas que ilustraran la interesante conferencia que iba a dar sobre “El Correo y el inicio de la filatelia”. Me agradeció mi información, se sentó en su asiento y cuchicheó con su vecino. Este hizo lo propio con el suyo y en pocos minutos la sala era un guiruigay. Y no fue eso lo peor. Empezaron a salir disimuladamente, quienes mirando al techo, quienes a la punta de sus zapatos y en breves minutos solo quedaron mi familia, tres amigos y, con cara de póker, el señor que me pidió la información y que, seguramente, por educación decidió quedarse. Dos cosas aprendí ese día: que no deben programarse las conferencias en día y hora en que juega el Real Madrid contra el Fútbol Club Barcelona y que se debe agradecer a las personas que se han mantenido fieles al conferenciante. Eso es lo que os manifiesto muy afectuosamente.
Precisamente por ello no debo abusar, así que termino saludando a nuestra Virgen de la Salud aquí representada.

Salve, Regina. Reina de la Iglesia y reina nuestra. Nuestro amor coronado de estrellas. ¡Dios te salve!

Mater misericordiae, madre que no te cansas de mostrar tu piedad exquisita a cuantos acuden a ti. Madre de manos generosas y corazón caritativo. No nos abandones

Vita, dulcedo, spes nostra. Eres nuestra vida y nuestra esperanza que descansa en la inmensa dulzura de tu corazón. Llena de gracia.

¡Salve!
O clemens, o pia, o dulcis Virgo María. ¡Oh Virgen querida de la Salud, la más misericordiosa! Tu que nos amas tan profundamente que nadie ha igualado tu generosidad, el Señor está contigo. Virgen Niña que nunca has olvidado a quien ha recurrido a Ti. ¡Salve!

Y ahora os pido que, a la que todo merece, representada por nuestro estandarte, le dediquemos un caluroso aplauso a modo de oración.

¡Viva Nuestra Madre Niña, Virgen de la Salud!

José Antonio Caride de Liñán.

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