sábado, septiembre 20, 2014
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INICIO DE CURSO 2014/2015 EN
LA UNIVERSIDAD DE MURCIA

Aparece en prensa murciana la relación de las solicitudes presentadas (en primera opción) para matricularse en las diversas facultades de la Universidad de Murcia. 15.867 alumnos aspiran a matricularse en nuestra Uni- versidad.

Precisamente en estos días que estoy leyendo la transcripción que está haciendo mi hija Marta de la mesa redonda que tuvo lugar en la Real Sociedad de Amigos del País de Murcia en febrero de 1980 sobre Universidad/Sociedad compruebo cuales eran los problemas que agobiaban a los catedráticos de aquellos años y compruebo los pocos que se han resuelto y los muchos nuevos surgidos. 

Hace más de 34 años, una serie de profesores universitarios y personas de la cultura de Murcia, discutieron durante algunas horas sobre los problemas que se presentaban a una Universidad con ansias de sacudirse el estrecho corsé a que estuvo sometida desde su primera creación. Se había fundado la de Murcia instancias del Ayuntamiento y la Económica y fue su primer rector el ilustre Prof. D. José Lostau y Gómez de la Membrillera. Se llamó entonces Universidad Literaria. Hasta mediados de los setenta, siendo Rector el Prof. Vatlle Vázquez, solo podíamos estudiar en Murcia las carreras de Filosofía y Letras, Ciencias Químicas y Derecho. Aunque en Derecho ya en el curso 1933/4 hubo nada menos que 1.366 matriculados. 

Los ponentes de la mesa redonda, los Profesores Victorino Polo, Antonio Soler jr. , Spreken- sen, Antonio Bódalo, Calvo, Remiro, Brotons, Muñoz Amilibia y otros, intercambiaron opiniones entre sí y con los presentes como público, y entre los que estaban José Egea, Fuentes, Gago, Luis Egea, Escolano y otros. Se pretendía aclarar cual debía ser la labor de la Universidad en el nuevo escenario que se abría, la relación de ésta y la Sociedad, como se lograría la formación del Profesorado Universitario y su acceso a la función docente y finalmente se intentó señalar los Objetivos de la Universidad y los medios para conseguirlo. Un programa fantásticamente atractivo y de la máxima actualidad en el momento en el que la Universidad de Murcia estaba dando el gran salto, al menos cuantitativo.

En primer lugar hubo casi unanimidad en señalar como la formación (la enseñanza superior) era la piedra angular de la existencia de la Universidad, y que como segunda, pero irrenunciable campo aparecía la investigación.

La relación de la Universidad con la Sociedad murciana dividió a los ponentes entre los que defendían que las necesidades de la Sociedad debían marcar la marcha de la Universidad de una manera casi absoluta y los que solo lo admitían para algunos aspectos de la investigación. Además en este caso la financiación recaería sobre esa Sociedad. La Universidad, para la mayoría, no tiene por función marcarle a la Sociedad el rumbo ni corregirle sus errores a menos que ésta le pida opinión. Para otros, la Sociedad tiene el derecho de marcar pautas a la Universidad para obtener de ella los profesionales que cree precisar.

En todo caso se llegó al convencimiento que la Universidad forma parte de la Sociedad en la que vive y que el establecimiento de los vasos comunicantes que potencien esa relación es un camino a recorrer.

La formación del personal universitario, profesores, adjuntos… levantó una interesante controversia y como puntos interesantes la puesta en duda del acceso de algún catedrático a su cátedra y la creación de cátedras de dudosa utilidad para “colocar” a determinadas personas.

Sí fue unánime la adhesión a la formación continuada no solo de docentes sino de todo tipo de profesionales a través de la propia Universidad y por algún ponente se hizo la sugerencia del acceso a la enseñanza (para esos cursos) a profesionales de reconocido prestigio sin necesidad de ser profesores universitarios.

La discusión sobre quien proponía los objetivos de cada Universidad y como se obtenía la financiación fue muy controvertida. Para la mayoría, la entonces reciente implantación en Murcia de la enseñanza de la Medicina, había sido un monumental disparate; sin financiación, sin profesorado, sin hospital clínico y teniendo Valencia y Granada a un tiro de piedra era, no solo un despilfarro, sino en cierto sentido una estafa.

Así pesaba parte del Claustro de Profesores de la Universidad y algunas personas del mundo cultural de Murcia cuando estábamos en febrero de 1980. Aún no pertenecíamos a la Unión Europea (ni se atisbaba cuando) y la ley Universitaria no dejaba claro sino una serie de buenas intenciones. Todos tenían miedo. Se tenía la experiencia de la implantación de la escolarización obligatoria hasta los 14 años que promulgó el ministro de Franco, José Luis Villar Palasí, diez años antes, que aunque supuso un paso adelante en la culturización de España, tuvo el gran error de su deficiente planificación: no había escuelas suficientes, ni profesorado (se pasó la responsabilidad de la enseñanza media de los licenciados universitarios a los maestros) ni una financiación adecuada. Inicialmente produjo un autentico caos en los ayuntamientos, sobre los que caía la responsabilidad de conseguir los locales (o al menos los solares sobre los que edificar), proporcionarles el personal auxiliar, pagar la limpieza, el agua sin presupuesto para todo ello… mientras las delegaciones de enseñanza y los directores de los colegios se veían incapaces de resolver lo que se les vino encima. Años se tardó en normalizar la situación.

En la mesa redonda de la que estoy hablando estaban asustados por la elefantiasis mórbida que supondría un crecimiento desproporcionado de nuestra Universidad.

Volviendo al inicio, vemos que la Universidad de Murcia pasó, en muy poco tiempo de tener tres Facultades a cincuenta y seis. Repito en guarismos de 3 a 56... Y eso implica profesores, adjuntos, auxi liares, oficinistas, limpia-dores, edificios docentes y lúdicos, instalaciones de- portivas, jardines y demás, necesarios para el natural desenvolvimiento académico de cada Facul- tad. ¿Quién ha decidido, y en función de qué, crear esas carreras? ¿No debería pedirse cuenta a “alguien” por semejante atropello? No es de extrañar que las tasas tengan que subir constantemente y que lo que se reclama al Ministerio sea siempre mucho más de lo que se presupuesta. ¡Qué diferencia con las austeras universidades de Israel! Y por cierto, cargadas de Premios Nóbel.

Inmensos edificios acristalados, plantillas asombrosas de “enseñantes” y… a veces los alumnos escasos. Hay ocho facultades con menos de 50 solicitudes este año. Una carrera tiene la increíble cifra de ocho solicitantes. He dicho 8. Y junto a eso, en la Facultad de Medicina, aquella que asustaba en 1980, hay 2.787 solicitudes de ingreso de las que el 70% son de estudiantes de fuera de la región (a pesar de que la nota que se exige en su “numerus clausus” fue el año pasado la segunda más alta de las 26 facultades públicas de España). Parece que en esa Facultad, las cosas se han hecho bien, pero la planificación general universitaria, en Murcia, no me parece muy racional. 

¡Que poco caso se ha hecho a aquellos pioneros que pretendían un Universidad funcional, económica y eficaz! ¿Para cuando, como proponía en Prof. Bódalo, la decisión de como queremos nuestra universidad? Siempre por acuerdo, de la misma y de la sociedad en la que está inserta. ¿Estamos a tiempo de rectificar? ¿Podrá la Universidad efectuar su catarsis o la Sociedad será capaz de trazar el camino por el que aquella debe transitar? ¿Cómo han de ser esos vasos comunicantes de los que se habló?

¡Hay tantas preguntas! ¿Pero a quién dirigirlas? Desde luego, en mi opinión esas decisiones es peligroso que las tomen los políticos o los Claustros Universitarios rebosantes de intereses previamente creados. ¿Dónde puede expresarse la sociedad civil?


José Antonio Caride de Liñán
  
Editado por: La Redacción.

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